Reflexiones
LA MUERTE NO EXISTE, AUN CUANDO SOBREPASA NUESTRA EXISTENCIA TERRENAL Y TEMPORAL.
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¿Cómo hallar consuelo, cuando la muerte toca a su puerta sin avisar, para llevarse con ella a su ser amado?

La muerte solo existe para aquellos que no han experimentado la poderosa fuerza espiritual, que viene de nuestro Creador, y que sobrepasa aún nuestra existencia terrenal y temporal.

La muerte es la dignificación mayor de la existencia de un ser humano, es el momento en el cual ha cumplido su misión en el tránsito terrenal, para llegar a la luz eterna.

El hombre tiene un destino único e inevitable, el sufrimiento y la muerte, que son parte inherente de la vida.

“Cuando un hombre descubre que su destino es sufrir, ha de aceptar dicho sufrimiento, pues ésa es su sola y única tarea. Ha de reconocer el hecho de que de que él está sólo en el universo, que nadie puede redimirle… ni sufrir en su lugar y que su única oportunidad reside en la actitud que adopte al soportar su carga. La actitud más enriquecedora – no necesariamente la más fácil – es descubrirle un sentido al sufrimiento”. Viktor Frankl

¿Pero cómo puede usted encontrarle un sentido a ese sufrimiento humanamente incomprensible, cuando siente que se le desgarra el alma y le duele hasta que el aire entre a sus pulmones para mantenerlo vivo?

¿Cómo aceptar que ya no tendrá a esa persona cerca para acompañarla y compartir su existencia con ese ser amado? Estas son preguntas que, en la dimensión mental y pandita del ser, son imposibles de responder.

Es necesario entonces, adentrarse en su dimensión más elevada, la espiritual, pues sólo ahí reside el consuelo y el sentido del sufrimiento.

¿Cómo podría entonces, encontrarle sentido a un sufrimiento que parece quitarle el sentido a su propia vida?

La única manera existencialmente hablando es abrazando su dolor y haciéndose uno solo con él…

Cuando el dolor inevitable toca a su puerta, abrácelo, siéntalo, hágalo suyo, hasta que penetre cada una de sus venas, luego poco a poco deje que su espíritu hable con él, para que comprenda que vino a enseñarle.

Es necesario vivir el duelo pasando por cada una de sus fases, las 5 etapas señaladas por K. Ross: No aceptación, rabia, protesta, depresión, encuentro con el sentido del sufrimiento, finalmente aceptación del mismo.

Cuando usted le encuentra el sentido al sufrimiento, es porque en su dimensión espiritual encuentra las herramientas para hacer de este dolor, una experiencia que, aunque sea desgarradora, se convierte en un sufrimiento fértil, es decir, que da frutos.

En la siembra espiritual no es posible que usted coseche frutos de la noche a la mañana, esto le sucederá solo cuando su alma se agriete, se seque y se parta, entonces será terreno fértil para ser arado y sembrado. Sus lágrimas serán el riego sagrado.

Su duelo, se convierte entonces en el terreno más fértil de su siembra espiritual, pues a través de él, logrará darle el más elevado valor a su propia existencia y del mismo modo a la existencia de su ser amado, que partió de su lado temporalmente; pues hallará de nuevo en otra dimensión su presencia iluminada.

El duelo es también medicina para el alma, pues sin darse cuenta le ayuda a reconocer su ego oculto, cuando se pregunta ¿Por qué a mí? ¿Qué sentido tiene esto para mí? ¿Qué hice para merecer esto?

Si intenta tomar distancia de su ego y de su propio dolor, para comprender que su ser amado se encuentra en otro plano, en donde ya no hay dolor, ya no hay sufrimiento, ya no hay enfermedad, ya no hay depresión, ya no hay soledad…

Quizá podría generosamente pensar que, a pesar de su profundo dolor, su ser amado goza de una paz celestial, que sobrepasa todo entendimiento humano.

La presencia de la muerte y la reflexión constante sobre su finitud es el regalo más valioso que usted puede darse, aun en el dolor, pues lo llevará a construir esas huellas de sentido que quiere dejar cuando parta de esta existencia terrenal, cuando ya no respire más.

¿Entonces, cómo quisiera ser recordado?  Empiece a crear esos recuerdos aquí y ahora.

¿Cómo recuerda a su ser amado fallecido?

Honre su vida y su historia atesorando en su corazón y en su memoria sus virtudes, sus sonrisas, sus ejemplos de valentía, su legado, su amor.

Apele a su fe como creyente, pues es el bálsamo más poderoso para su roto corazón, nadie puede explicárselo y mucho menos negárselo, pues la presencia omnipotente de nuestro Creador, le revelará en los momentos de peor devastación interior que Él lo sostiene, usted podrá no verlo y no sentirlo, pero cuando solo vea un par de huellas en la arena; no es porque Dios lo abandonó, el porqué lo lleva cargado…

Tampoco importa si usted no cree en Dios, pues Él sí cree en usted…

La muerte, es totalmente desdramatizada en las culturas orientales, ya que para ellos es volver a nacer, pero en otro estado sagrado, nos estamos muriendo desde que nacemos y la muerte es el momento en que abandonamos la envoltura carnal, porque ya se ha cumplido la tarea espiritual.

La muerte no es nada…

La muerte no es nada. Yo sólo me he ido a la habitación de al lado.

Yo soy yo, tú eres tú. Lo que éramos el uno para el otro, lo seguimos siendo.

Llámame por el nombre que me has llamado siempre, háblame como siempre lo has hecho. No lo hagas con un tono diferente, de manera solemne o triste.

Sigue riéndote de lo que nos hacía reír juntos.

 Que se pronuncie mi nombre en casa como siempre lo ha sido, sin énfasis ninguno, sin rastro de sombra.

La vida es lo que es lo que siempre ha sido. El hilo no está cortado.

 ¿Por qué estaría yo fuera de tu mente, simplemente porque estoy fuera de tu vista?

Te espero…No estoy lejos, justo del otro lado del camino…

Ves, todo está bien. Volverás a encontrar mi corazón.

Volverás a encontrar mi ternura acentuada.

Enjuga tus lágrimas y no llores si me amas.

San Agustín.

Mi píldora de esta semana…

Doble sus rodillas en acción de gracias por la vida de su ser amado…

 Honre el regalo de su vida en su existencia, cierre sus ojos y visualícelo sereno en los brazos del Padre y fundase en ese abrazo con ellos…

 Confiando en que pronto volverán a ser uno solo, un solo cuerpo, un solo espíritu, en unión perpetua con Dios.

 

Paula López Espinosa

Escritora de Literatura Espiritual

Penguin Random House